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Prisión en Trípoli
Capítulo 31

De las conversaciones que sostenían la bella Graciana y Hertán, quienes no sabían dónde se encontraba Gillion.

Acompañamiento musical

Ya habéis oído por lo que acabo de contaros, la pena tan grande que tenía la bella Graciana debido a la captura de su amigo Gillion. Por su parte, Hertán no hacía sino pensar día y noche la manera como podría saber dónde se encontraba Gillion a fin de acudir en su socorro y ayudarlo a salir de su prisión.
Sucedió que un día la bella Graciana mandó llamar a Hertán a su habitación para hablarle. Hertan, deseoso siempre de complacerla, vino donde ella y la saludó muy humildemente. "Hertán," le dijo la doncella, "qué bueno que hayáis podido venir. Sabed en verdad que en mí no existe alegría ni fiesta ni puedo descansar ni dormir, ni de día ni de noche, por el amor de Gillion a quien amo lealmente y él a mí. Bien sé que por su amor finalmente me convendrá morir. Ciertamente si fuera posible trasformarme en hombre, no dejaría un sólo día de buscarlo ni de preguntar por él hasta que me sea dado obtener alguna noticia verdadera.

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¡Ah, Hertán mi amigo! Bien sabéis que él os apreciaba también lealmente y seguramente vos os recordáis de ello. Siempre he oído decir que aquél que ama lealmente, tarda en olvidar. Ciertamente, Hertán, jamás podré olvidar a Gillion y me parece que vos tampoco deberíais olvidarlo". "Dama," le dijo Hertán, "no penséis

Manuscrito Lord Devonshire: detalle angel con trompeta en orla.jpg

en absoluto que lo he olvidado porque día y noche no hago sino cavilar sobre la manera como pudiera ayudarlo. Os diré brevemente lo que se me ha ocurrido hacer a fin de que podamos tener verdaderas noticias de él. Yo he estado anteriormente en el país de Moriena y sé hablar su lengua. Por eso he pensado que podría ir allá de incógnito. Conozco una hierba con la que podría pintar de negro mi cara y mis manos, de tal manera que nadie me reconocería. Después atravesaría el mar e iría a Barbaria, a la Corte del Rey Fabur de Moriena. Llegado ahí, encontraría la manera de obtener algún tipo de empleo en su Corte para servirlo. Y permanecería en dicha Corte hasta saber la verdad si Gillion se encuentra vino o no. Y si estuviera vivo, quiera Dios que pueda hallarlo. No tengo duda alguna de que, mediando su Gracia, pueda traéroslo en breve término". Cuando la doncella escuchó a Hertán tuvo tanta felicidad que corrió a besarlo y le dijo: "¡Oh, mi muy leal amigo!. Ruego a Dios que esta gracia os quiera otorgar y que sanos y salvos, vos y él, podáis retornar en breve plazo". Entonces, sin tardar más, la doncella le entregó un puñado de oro y de plata.

Hertán se alistó para cumplir su empresa. Encontró sobre el río una nave pronta para partir en la cual se embarcó hasta Damietta, donde encontró otra nave de mercaderes con la cual llegó hasta Trípoli donde estaba el Rey Fabur de Moriena.

Dejaremos de hablar de Hertán por el momento hasta que sea nuevamente llegada la hora y hablaremos del país de Hainaut y de la Dama Marie con sus dos hijos.

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