| Por los tiempos en que reinaba en Francia el noble Rey [Childebert] y en Hainaut el Conde [Baudouin I], [primero de ese nombre], sucedió que en el Castillo de dicho Conde se encontraba un joven caballero, valiente y hábil con las armas. En diferentes lugares importantes había mostrado su escudo y realizado tantas proezas que su fama se había extendido por varios reinos. Hizo tanto que, por su valor, el noble Conde a cuyo servicio estaba le dio en matrimonio a una pariente cercana llamada Marie, hija del Conde de Ostrevant . El joven caballero a quien quiero mencionar aquí se llamaba Gillion y era Señor de Trazegnies. La belleza y la bondad que existía en él y en la Dama Marie, verdaderamente no sabría describirla. Porque Dios y la naturaleza habían obrado tan excelsamente que ningún mortal sabría describir los resultados. Estaban tan bien adornados de buenas virtudes, costumbres y condiciones que no podría agregar nada. Las nupcias se realizaron en el Castillo de los Avesnes, que pertenecía al Conde. El Conde de Hainaut y la Condesa, su mujer, reunieron con ese motivo a toda su corte. Las fiestas y solemnidades duraron ocho días. No quiero hacerles el cuento largo respecto de los grandes regalos y larguezas que les hicieron el Conde y la Condesa, ni de las justas, fiestas y torneos en los que participaron todos los barones y caballeros del lugar; baste decir que la fiesta fue tan grande que se hubiera deseado que no tenga fin. |
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Pasados los ocho días, los barones y caballeros, las damas y damiselas, retornaron a sus residencias. Monseñor Gillion de Trazegnies y la Dama Marie, su mujer, se despidieron del Conde y de la Condesa -aunque éstos querían guardarlos con ellos- y se dirigieron a su Castillo y Señorío de Trazegnies. Ahí fueron recibidos con gran alegría por sus súbditos, amigos y vecinos, quienes estaban muy contentos de su regreso. Todos los querían mucho y les tenían en mucho aprecio por la bondad y la gran humildad que veían en su Señor y en su nueva Señora. Fueron amados y respetados por todos, incluso por los que no los conocían personalmente sino que únicamente oían de la bien arreglada vida que llevaban. Mucho tiempo pasó sin que tuvieran descendencia. Por ello, los dos juntos presentaron a Nuestro Señor muchas piadosas quejas y rezaron muchas devotas oraciones solicitando que se les concediera la gracia de tener un hijo varón que después de ellos pudiera heredar la tierra y el Señorío y que engendrara una línea de descendientes al servicio de Dios. |
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